lunes, 3 de mayo de 2010

viceversa

Imagen: Murbo

1.
Asisto al crecimiento del horizonte con ojos quietos.
Los hierofantes me anuncian que el día es mío,
más no les creo, no les creo porque estoy sumergido
en la inmensidad letárgica de saberme, conocerme,
aun, después de tantos años de ser el mismo.

Ella me sonríe, me sonríe con una espada en su mano,
con sus senos expuestos a quien deseé verla,
con su desnudez inmaculada, con su puta cualidad
de virgen usada, de mujer de todos, y no me importa.

No me importa porque la amo.

El horizonte deja de ser una línea para ser un círculo,
un circulo abarcativo, un círculo donde todos entran,
se sumergen, se mojan, se transforman en húmedos
penes flácidos, en palpitantes vaginas húmedas.

Y yo sonrío.

2.
Cuando niño las cosas eran como blanco y negro.
Un cuadriculado extenso e inverosímil, una cuestión
de bien o mal, una metáfora de dos patas.

Cuando grande las cosas se complicaron demasiado.
Demasiados colores, demasiadas patas de araña
trepando hacia los platos donde estaba servida
la cena. La última cena, con sus monedas y sus víctimas
y sus testigos victimarios, por no hacer nada.

El que tenía que morir ha muerto.

Pero a mí no me abrazan sus brazos,
no me dice nada su sonrisa santa, no me atraen
ni sus sangres ni sus venas.

He de descubrirme, entonces, como un no humano.

3.
Ella sí me abre sus brazos, ella sí me abraza,
ella sí me sumerge en un mundo húmedo, palpitante,
de sensaciones que jamás podré describir
con la necesaria altura.

Ella dice que me ama.

Lo demás entra en la categoría de lo que no me importa.

4.
Como un súcubo que bebe algo más que mi sangre,
que bebe mi carne, mi mente, mi esperma.
Como una imagen que, suspendida en la nada,
me observa dormir y me reconforta.
Sagrada arquitectura que coloca los cimientos
de las vides donde las vides desean, así, ella.

5.
Nací con una idea de amor y esa idea de amor es la que tengo.
Una mujer es esa ella que alcanzó esa idea de amor hasta mis manos.
El horizonte es un juego, el sol es un fuego que no alcanza
a despertar ni la mitad de mis emociones más mías.

Entonces…

Es verdad que la amo.

Amar es la identidad en otro, es el dolor transferible,
es el deseo inacabable de ver un rostro sonriendo
cuando ni siquiera tus manos son las que lo tocan.

Amar es quererse en el otro, es saberse en el otro,
es saber que la felicidad no es una cosa única,
es la duplicidad de la identidad en cosas diferentes,
es el otro en vos y vos en el otro,
y no otra cosa.

Y no otra cosa.

Tu felicidad es la mía
y
viceversa.

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