domingo, 10 de febrero de 2008

semblanza






1.
este día es apenas liviano y suficiente
(pensé eso al abrir tu blusa
alejándome para verte sonreír)
luego vos bailabas
mirándome estar desnudo en el sillón
(detrás y distante
una ventana
como el único ojo de una bestia de ciudad)

2.
los corredores simulan palabras imposibles
vos
al recorrerlos
los traducís en mi boca y los pronuncio
casi con tristeza
como si saberlos fuera inconsecuente
como si perdieran su poder junto al misterio
pero ¿ves?
luego me río a carcajadas
preguntándome que hago entre tanta gente
sin tener siquiera
un par de zapatos indicando
que no me caí del cielo
a recoger las pocas luces que han quedado

3.
ella y vos eran un cuerpo
ambas eran un abrazo
un largo y continuado beso constrictorio
repitiendo los ritos de la reclusión carnal perfecta
ella y vos se reconocían al acariciarse
yo era simplemente una figura reclinada
sentado en una silla y fumando un cigarrillo
aprendiendo
sin darme cuenta
el delicado encanto del infierno

4.
¿cuántos cuerpos habrán pronunciado estas sábanas?
los hoteles tienen cierto dejo de belleza deprimida
como si se suicidaran de tan exactos
jabones pequeñitos/toallas que no secan
una biblia en el cajón de la mesita
un cenicero
un teléfono inmóvil sin obstáculos
solo cuando te extiendes la habitación es distinta
los colores cambian
la penumbra se transforma en un abrazo
y encuentro la razón de la biblia
bajo la pata más corta de la cama

5.
adoro observarte allí sentada
tu sonrisa
como invitación sin necesidad de contraseñas
el mórbido contorno de tu cuerpo
(en la segunda acepción del diccionario)
el color cambiante de tu cabello
depende de cómo y cuando te vea
y los subsiguientes laberintos que exploro
guiándome por la claridad de tus gemidos
y me dices
el amor no muerde y me masticas
con una suave constricción de tu otra boca
y yo entonces supongo cierto al paraíso
y al infierno
sin saber cuál es tu piel y cual la mía
mientras tu pequeña agonía
se sincroniza con todos mis espasmos
diríase que tirito aferrado al calor de tus piernas
diría que espero el último estertor para abrazarte
y dejar que la noche venga y nos asuma
cansadamente gozosos y felices

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