jueves, 10 de mayo de 2007

poema oscuro

Imagen: Gianni Cándido

1.
Respiro brevemente simulando la urgencia.
Detrás y lejos, ojos como cántaros de luz estrellándose en miradas.
Un leve piano. Las piernas se dejan caminar
transgrediendo su cansancio
su pesadez desfalleciente.
Me pregunto si existirá la música en la mitad de la muerte.
Me pregunto cuanto se podrá entrar en la muerte soñando el regreso.
Cuestiono algunos resplandores, ajenos, inexactos
como colores brillantes en los carros de los circos.
¡Qué larga es la palabra miseria!
¡Cuánta desesperación en cada astro!
como estampidos de dolor trazando órbitas...

Vos sabés que sucede
vos sabés que las venas suelen descubrirse
sonriendo suelos
baldosas
espectros...

¿Se podrá escuchar más allá de lo que ocurre?
O de verdad existirá el silencio...


2.
Libertad de reír, muestra tus dientes.
Está haciendo un poco de sombra y la playa se extiende
como un mar sin hondos. Ríos marginales.
Palabras contrachapadas con esmero,
casi una similitud de viejos días.
Acabaré gastando el tiempo. Cada silencio es un poco más
de calor y espera, cada nube a lo lejos es un símil de tristeza.
Lenta, la angustia del día se encolumna en hechos,
en manojos mal atados
arrojados en desvanes y buhardillas.
Alcánzame ese vaso que necesito beber de mi ignorancia,
de mi hastío y mi congoja. ¿Por qué no habré entornado la ventana?
Demasiados pájaros.
Demasiados...

Un gato está jugando en mi inconsciencia.


3.
Podés discernir lo que sucede pero no lograrás saber
si la certeza
es parte o solo estorba.
Tu cuerpo angustiado sobre la holgura del pene,
los labios apenas abiertos ¿Hay alguien allí? Preguntas.
Abrasas la carne, gimes, dueles. Susurras...
¿Hay alguien allí?
Cada golpe es un concreto éxtasis que fulgura
sobre los anaqueles vacíos de la habitación
extrapolada a otros anaqueles
otras habitaciones
otros fulgores doblados como errores antiguos.
Abre tu boca, el aroma del sexo se expande
sobre el lomo de los libros
la ropa huidiza
el cielo blanco.

-El perfume es un glaucoma sobre la pared manchada-
te susurro
mientras paso las páginas del diario.

Alguna vez deberían morir las noticias.


4.
Estoy expresando lo que asusta, lo que duele, lo que espanta.
Estoy debajo del agua que se oculta, debajo del movimiento,
estoy en la perpetuidad del sin asombro, donde el color es una anécdota.
Libre de tejidos y normas mi cuerpo se enrosca al sol de la mañana.
La piedra es simplemente el altar que no me ocupa.
Recuérdate en mi pecho, recuérdate saboreando mis huesos,
la carne agolpada entre tus muelas, recuérdate sonriendo.
¡Que blanco es todo si no hay nada!
Supongo que entraré
de todos modos
porque ni mi voz ni mi palabra hacen el día.


5.
Tras la puerta en un absurdo colofón está la risa
la respeto
ignorando la tiniebla
caduco los horarios pacientemente
esperando que las hileras de luces se compriman
hasta un solo y genuino punto geométricamente euclidiano.
Algunos ángeles aún subyacen
con los vientres abiertos y las manos crispadas.
Es todo lento, como ondas de silencio en el aire del verano,
como una brisa inhábil atreviéndose a la hierba, sin descanso.

Los brazos como dentelladas de acero, la boca como una muesca en el cuchillo,
el temblor leve de las cosas quietas, los supuestos condenados,
los diales marcando interminables hospicios
y la cabeza entre las manos y tanta agua.
Toca el piano. Remueve la rueca circular donde el giro se agota.
Deja caer cada una de las angustias pasadas sobre esta nueva angustia.
Enciende un cigarro para darle luz al día.
Sopla entre tus labios nuevos sexos de humo blanco.
Magnolias dentadas sobre el césped. Golpea la bola que el juego acaba.
¿Sabés deletrear las palabras anatema, holocausto, sacrificio?
Es un juego infantil que rompe rincones
apalea arañas
Un resquicio en el fuego, una guitarra metálica y átona.
Por ahora y aquí
tengo frío
y el miedo es una furia invertida.

He abierto el diccionario por las letras negras
y el dolor no deja de ser un fingimiento.

Refuerza la luz
porque para leer la oscuridad la ventana ha de estar abierta
y las sombras acostumbran volar
como gorriones.

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