lunes, 3 de septiembre de 2007

beat post



1.
Ahora tienes un sueño expresamente fabricado del que despertarás con semicírculos rojos debajo de los párpados.

Estoy levantado ante vos como un extraño ángel de venganza (mis alas son las amplias mangas de una túnica de colores vivos, mi santidad la irreverencia, mi poder extrañamente limitado por el sacro peaje).

Bendito este dios minúsculo tan ciego a todo.

Bendito el padre, el hijo, el amante y los hechos soterrados por la Santa Histeria.

Aquí estamos los que venimos a quemarte, encendiendo el mismo fuego sobre el que te enciendes.

Aquí el poder de la Santa Histeria con las rodillas apenas manchadas de lodo.

Soy un lobo sin dientes al que llaman perro, pero aún así puedo devorarte.


2.
Era hora de que despiertes, estoy cansado de apagar televisores que no logran sintonizar conmigo.

¿Quieres que abra la ventana? Tengo miedo que aún vueles y soy un pésimo controlador de tráfico, como sabés, tengo miedo a las alturas.

Por eso suelo mirarte desde abajo.

Me gusta que abras tus piernas, me permite creer en el regreso.



3.
¿Cuántos yonquis pueden bailar en la puerta de una iglesia?
¿Cuántos dentro?
¿Cuántos en las calles transversalmente paralelas?
¿Dónde te habías metido?
Cansado de levantar las esquinas de los templos no pude encontrarte.
Tanta basura y tanto remordimiento he sentido que no he dejado de beber.
Ahora estoy introvertidamente lúcido aunque por fuera sea un asco.
He estado en las iglesias. En la puerta, dentro, en las calles transversales,
también en el parque que fusiona todo el pecado del mundo.
No, no acostumbro a implicar mis venas en ningún juego, ellas no comprenden a la sangre, aunque pueda parecértelo.
Ahora baja, por favor, envuélveme con tus piernas un breve momento, quiero sentir la voz del mundo.
Ella reside en tu vientre y me gustan sus palabras.
Dice “te amo” y también “dios mío”.
Me permite creer en los milagros,
me permite creer que aún soy poderoso.


4.
No soy dios.
No puedo permitirme ser un dios.
Mira a tu alrededor.
Mi sentido de la responsabilidad jamás podrá abarcar tanto.
Moriré siendo un cobarde, mi única culpa será haber sucedido.


5.
No me creas, no puedes permitírtelo, de la misma forma en que no puedo permitirme ser un dios.

De esa forma el dolor que provenga de mí podrás encauzarlo hacia mí y podrás salvarte.

Soy un pecado demasiado espantoso.

Soy un hombre.

He mentido, matado, estipulado indecentes subidas en la bolsa de valores.
No sé cual es la peor de todas estas distintas muertes que solo se parecen a mí.
A mí, el hombre, denominador común de todos los vicios.

¿Me crees borracho? Siempre he sido consciente de cada una de mis culpas y aunque me arrepienta reincido más veces de las que podrías concebir en tu vientre.

Tu vientre, la voz del mundo. Tu vientre, el hacedor de poesía. Tu vientre, a la vez bendito y maldito por la Santa Histeria.

Deberíamos comulgar con peces para jamás olvidarnos del océano.
Deberíamos recordar el océano. Deberíamos purificarnos.
Deberíamos mecernos eternamente en la endorfina de sus olas.
¿Seremos felices al ahogarnos dentro de un mar de gente que se ahoga?

Aquí el misterio, el big one de los misterios.

“Hemos hecho pie en playa Omaha, estamos muertos pero la victoria es evidente”.

Destilemos la morfina de los astros escondiéndola en latas de cerveza.

Somos polvo de estrellas.

Un flash en mil televisores que solo enseñan un punto, un pequeño punto blanco, el padre irresoluto de todas las imágenes.

“Luego vendré por vos, cuando despiertes, ahora el mundo está muy distante”.

(Sé que no estoy en tus sueños, por eso duermes).

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